¿Por qué siempre pensamos en fracaso?

 


Mis queridos emprendedores, hay momentos en nuestra historia que nos hacen ver la vida de una manera diferente, que nos llegan para cambiar nuestra mentalidad y para hacernos crecer como personas. Hoy quiero platicarles de uno de esos momentos que me sucedió hace algunos años:

Todos los días solía tomar la misma ruta a mi oficina, nunca me percataba de los detalles a mi alrededor porque siempre iba concentrado en el camino y en cómo expandir más mi negocio. Por mi mente pasaban conceptos, formas de trabajar más duro, cómo administrar mejor mi tiempo y recordaba frases inspiradoras de varios autores de mis libros favoritos, pero insisto, los detalles camino a mi oficina nunca eran de importancia.

Esto cambió cuando un día tuve que llevar mi auto al servicio y opté por tomar un “taxi ejecutivo”. Tengo que confesar que tenía años que no me tocaba ir en el asiento trasero de un carro, ya me había acostumbrado bastante a siempre estar detrás del volante. Por un momento recordé cuando tenía que tomar el transporte público para ir a la escuela, eran momentos complicados porque siempre iba muy lleno, pero las ganas de estudiar siempre ganaban.

El conductor tomó la misma ruta por la que yo paso todos los días, pero esta ocasión fue diferente, pude darme cuenta de varios detalles que ignoro cuando voy manejando yo mismo. Ese día mi mente se desconectó de mis asuntos de negocios y se enfocó en ver cosas que pasaban por mis ojos.

Vi muchos negocios de diferentes rubros, la gente apenas iba abriendo algunos, vi locales vacíos, espacios en renta… Pero un local llamó mi atención por encima de otros, decía "próxima apertura en 15 días". De repente me llegó ese sentimiento de felicidad y a la vez nervios cuando quieres emprender y decides dar ese paso después de meses o hasta años de planeación y dudas.

Me acordé cuando estaba abriendo mi primer negocio, hace ya 10 años de eso y que, sin lugar a dudas, fue un proceso complicado, lleno de miedos, pensamientos de fracaso, etc. Pero cuando das ese paso, todo se ve con más claridad, los miedos no se van, pero ya estás en cancha y solo te queda ir para adelante en busca de ese gol que te dará el triunfo.

Volviendo al local que estaban aperturando, me di cuenta de que ya estábamos llegando a mi destino y ese negocio estaba enfrente del edificio donde tenía mi oficina en aquel entonces, desde mi ventana lo podía ver y me propuse seguir todos los días los avances.

Pasaron los 15 días y por fin el negocio abrió, era un restaurante pequeño, servían comida corrida para los empleados de la zona y tenían precios económicos. Lo que me sorprendía era que estaba muy bien decorado, se veía que, aunque fuera comida corrida, habían invertido bien para que luciera impecable y elegante, dentro de lo que cabe.

Por la tarde, siempre me asomaba para ver cómo iba y había días que estaba lleno y otros no tanto, no me animaba aún a ir a comer, yo todos los días iba a mi casa para la hora de la comida.

En ese tiempo estaba cerrando un trato importante para mi empresa, traería nuevas fuentes de trabajo y me dejaría un dinero importante para próximas inversiones. Tuve que salir de viaje fuera del país por un tiempo para poder concretar esto, además dejé de ir tan seguido a la oficina por otros constante viajes de negocio que tuve.

Cuando estaba fuera, pensaba en el negocio de comida frente a mi oficina: cómo le estará yendo, tendrá gente, etc. Y me prometí que iría cuando regresara a la ciudad definitivamente después de cerrar el trato.

Regresé y mi sorpresa fue que el negocio estaba cerrado, había pasado poco tiempo desde su apertura y no podía creer que ya no estaban.

Pasaron por mi mente varias cosas, una mala administración, poca gente, deudas, etc. No sabía con exactitud qué había pasado. Al día siguiente estaba en mi oficina y alcancé a ver que un señor estaba abriendo el local, al parecer sólo iba a recoger unas cosas. Bajé y fui a preguntarle qué había pasado, el señor me comentó que tuvieron que cambiarse de local porque la demanda era mucha y que a la gente le había encantado el sabor, servicio y precios.

“¿Qué?” Puse una cara de asombro, pero a la vez me puse contento porque había pensado lo peor, ¡nunca me pasó por la mente un crecimiento del negocio! Y eso es muy común, normalmente pensamos en lo mal que nos puede ir, en el fracaso, pero pocas veces pensamos en el éxito, en hacer las cosas bien y que eso traerá frutos.

Le platiqué un poco al señor que venía observando su negocio desde hace tiempo y que nunca me había animado a ir. Él me invitó a comer y me platicó el concepto, lo que tenía en mente, cómo lo planeó, etc. Fue muy interesante y emocionante recordar todo eso.

Yo le platiqué un poco de mí, que tenía varias empresas exitosas, que empecé desde abajo y fracasando en varias ocasiones pero que nunca me di por vencido. Fue una charla interesante y en la que los dos pudimos compartir nuestras experiencias

Hoy puedo decirles que ese pequeño local se convirtió en un gran restaurante y el dueño y yo seguimos siendo muy buenos amigos. Es genial como el éxito del negocio se debió a las ganas, proyección y entusiasmo de él, que empezó en un local a pesar de tener miedos.

Otro aprendizaje que me deja es que muchas veces estamos tan inmersos en nuestros mundos que no vemos lo que pasa alrededor, pequeños detalles que nos recuerdan nuestros orígenes.

¿Qué hubiera pasado si nunca me diera cuenta de ese negocio? ¿Seguiría o ya hubiera cerrado? ¿Hubiera llegado hasta donde está ahorita? Posiblemente sí porque había una planeación, un excelente servicio, un producto excepcional y una persona que tenía todas las ganas del mundo de salir adelante y triunfar.

Por eso yo te animo a que si tienes una idea no la dejes en el cajón, desarróllala, llévala lejos y verás como poco a poco encontrarás el camino al éxito, pero ojo: nunca, de verdad nunca, te olvides de tus orígenes.

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